domingo, 18 de agosto de 2013

Proyección


Recuerdo vagamente la infancia… Los días eran largos y felices, los lugares eran inmensos, el mundo era irreconocible.
¡Los juegos! En ellos se podían vivir los sueños, el tiempo sólo se medía en mañana y noche; los días se dividían en la escuela, los juegos y la hora de  dormir, sin olvidar la ración de discusiones necesarias para hacer la tarea.
¡Vaya que disfruté la infancia! A veces cuando el segundo tiempo del día ha invadido la ciudad, y las luces están extintas, me quedan algunas imágenes de momentos  en la vieja casa de mis padres.
¡Qué miedoso era en ese tiempo! ¡Sube los pies a la cama, que la Bruja, el Demonio o Chucky no te los jale; abraza a tu mamá tan fuerte que casi no puedas inflar tus pulmones; abre bien los ojos y mira a todas direcciones para que, ante el mínimo movimiento anormal, grites aterrorizado!
 Es de esos días de agosto en que la lluvia cae a cántaros y la energía eléctrica se ve mermada. Tardarán en componerla, a lo mejor mañana por la tarde se mejora la situación.
Casi vencido por el sueño tomas la cobijas, te introduces entre ellas lo más rápido que puedes, dejas que tus ojos soñadores se asomen para no abandonar la vigilancia. Esta vez la olvidaste: un bulto se mueve entre las sombras de tu alcoba –aunque estuvieras atento no lo hubieras notado-, saca algo de su bolsillo o de su cintura, yo tampoco logro ver bien, se acerca lentamente hacia tu lecho.
La sangre manchó todo a su paso, tu brazo quiso ayudarte a huir y ahora está fuera de las cobijas acariciando un charco de sangre en el suelo…

Olga Martínez