Una tarde naranja, sentado bajo la sombra de un árbol, un
niño habla con su padre.
A lo lejos se escucha el fluir de un
río que atraviesa el campo llevando hojas secas de árboles muertos.
—Papá,
¿Por qué ese pájaro se esconde en esa rama? No me gusta que me salude y se
aleje.
El viento de noviembre sopla con un
frío que golpea los huesos.
—Es
chistoso, Pa, no he visto muchos pájaros
como él. Tiene los mismos colores de tu ropa. Sí, la que llevas puesta en esta
foto.
El pequeño toma de su bolsillo una
vieja fotografía con los colores desgastados.
—Ese suéter es el que traigo hoy, mira... ¿Sabes, Papá?...Ese
pájaro es igual que tú, siempre cuida a sus hijitos. Ayer llegó con unas
varitas en forma de espada, como la que me compraste hace un mes...
El frío hace titubear al niño.
—No entiendo por qué el pájaro se va, Papá, ¿Por qué se
esconde? No me gusta hablarle a esta piedra...Tengo mucho frío. Papá, quiero
que me abraces...Sal de tu cama y háblame...Papá, te extraño...
El niño rompe en llanto. En ese
instante, el viento cálido del norte rodea al chico y cuando, lleno de
lágrimas, observa el cielo despejado, una pluma esmeralda cae en sus manos.
Su padre lo abraza por última vez.
Alan
Yair Vega Vázquez