Cada
vez que oigo tu voz, me pierdo en tus palabras. No es que me canse, sino
que una horda de pensamientos inunda mi mente mientras tú me cuentas
nimiedades. Esas nubes borrascosas, ¿sabrán lo que pasará?
Es una despedida extraña, “no es un adiós, sino un hasta luego”, me
dices. Suelto una carcajada empapada de nerviosismo y acompañada de un “ni que
fuera dedicatoria de secundaria”. Una vez más me ahogo en mis pensamientos
mientras tú sacas a flote tus recuerdos.
¿Qué extraño de ti? Todo y nada porque todo sigue ahí. Los besos
disfrazados de amistad, las figuritas de navidad en octubre y tu fascinación
por esos vestidos morados con encaje. Todo y nada, solo que el tiempo ha
desgastado mi memoria. El viento y el tiempo estropean todo, menos mis malas
costumbres porque sigo levantándome tarde y haciendo las cosas a mi modo.
Porque sigo sin organizar mi ropa y mi tiempo. Porque sigo guardando envases
inservibles y defendiendo a capa y espada mi necedad encubierta de locura y
olvido.
Nuevamente dejamos pasar el primero, el segundo y también el tercer
autobús. Llega el cuarto y me voy junto con él. Titubeamos al despedirnos, pero
hay una diferencia: ahora sí es un adiós y no un hasta luego.
Elsy Estrada