Ø
Uno no
termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos
hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir.
Ø
Cuando
escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier
caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida,
más sombríos son los relatos que escribo.
Ø
Dios mío,
no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo.
Ø
No pulir,
no limar demasiado. Hay que ser desmañado y audaz. La brevedad es hermana del
talento.
Ø
Lo he
visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo
he visto.
Ø
Es
extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno,
me parece lo bastante breve.
Ø
Cuando
escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos
subjetivos que faltan al cuento.
Ø
Es más
fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera.
Ø
Guarde el
relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo.
Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año
entero. Después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que
escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.
Ø
Te
aconsejo: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2)
objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de las
cosas; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad: rechaza todo lo
convencional; 6) espontaneidad.
Ø
Es
difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma
cuando tu cabeza está cansada.
Ø
Nunca se
debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se
puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se puede engañar a la
gente e incluso a Dios, pero en el arte no se puede mentir.
Ø
Nada es
más fácil que describir autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo
al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los
lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los
personajes. Hay que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No
publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no
pecas contra la realidad.
Ø
Escribir
para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una persona
resfriada.
Ø
No seamos
charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo
los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo
Ø
No es la
escritura en sí misma lo que me da náusea, sino el entorno literario, del que
no es posible escapar y que te acompaña a todas partes, como a la tierra su
atmósfera. No creo en nuestra intelligentsia, que es hipócrita,
falsa, histérica, maleducada, ociosa; no le creo ni siquiera cuando sufre y se
lamenta, ya que sus perseguidores proceden de sus propias entrañas. Creo en los
individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean
intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos.
(Tomado del libro de Piero Brunello, Sin trama y
sin final: 99 consejos para escritores).