sábado, 21 de marzo de 2015

La imposible inspiración cotidiana

¿Una gran explosión? ¿Un plano secuencia? ¿Un monólogo al estilo Woody Allen?  ¿Cómo sería el mejor inicio para un guion? ―Se pregunta el pequeño Mario mientras medita. Él no suele leer mucho, por eso basa sus ideas en las viejas películas que ve en casa.
Despierta una madrugada después de girar sobre su propio eje en la cama durante lo que parece una eternidad. Llega a la conclusión de que no logrará conciliar el sueño. Medita cada uno de los recuerdos que lo atacan de improviso. Siente un extraño ambiente aplastando su mente.
            Desesperación.
Se levanta de la cama y busca sus audífonos, los introduce en sus oídos. Ha perdido ya cualquier esperanza de dormir.
Recurre al aparato eléctrico de entretenimiento más antiguo: La radio. Trata de sintonizar algo que no hable de política o deportes, busca hasta toparse con aquella estación de Jazz que suele salvarlo en situaciones como éstas.
Suena en sus oídos La Vie en Rose, aquel clásico de Armstrong que todo el mundo conoce y que tantas veces ha disfrutado.  Se fastidia de lo molesta que resulta ahora esa melodía.
―Ya nada suena original, como antes. ¡Qué tristeza perder la capacidad de asombro! ―Piensa.
Sigue escuchando un par de canciones, mientras mira la pared blanca de su cuarto.
― ¿Qué hacen los contadores de historias, los escritores? ¿Por qué se toman el tiempo de observar a su alrededor y escribir lo que sienten? ¿Qué los hace diferentes? ¿Cómo puedo yo lograr la inspiración en un mundo donde todo se ha agotado?  
Totalmente resignado, decide salir a caminar. Termina por sentarse en una banca del parque, desde ahí puede escuchar el silbato del tren en la estación más cercana.
La gente que pasa, camina rápidamente, como si algo los persiguiera. Todos parecen tener la misma expresión en el rostro. No es cansancio o enojo, quizá es el hastío de cargar consigo mismos todos los días. Mario puede verlo y piensa en la cercanía de tantas personas ignorándose entre sí. Estamos rodeados de personas que cambiaron sus sueños o disminuyeron sus aspiraciones para alcanzar la estabilidad, al momento de cargar con la frustración. 
Se levanta y sigue su camino hasta un cruce, entonces imagina una historia tonta en la que una señalización de tránsito habla con un semáforo:
“―¿Qué tal ha estado tu día dirigiendo a estos autos?
―Como de costumbre, creo que tanto humo ha dañado mi ojo amarillo. Otro día en esta ciudad va a matarme.”
Mario se siente torpe y se pregunta si habrá alguien más que haga algo parecido.
Después de eso, un perro se acerca a él, como si esperara algo.
―Por un momento compartimos nuestra soledad.
Terminado ese acto de melancolía, Mario abandona al can. Tiene una epifanía en el camino: Sólo soy yo, un chico. ¿Qué es un chico en la multitud? Si eres bueno en algo te mezclarán con otros que son buenos también, y todo se morirá. ¿La luna? ¿La noche? ¿El frío? ¿Quién no ha escrito sobre eso? Un poema al jabón sería más original.
Todos creemos que fuimos enviados para borrar la fama de algún artista de años pasados, que podemos llevar una vida de poeta maldito, una existencia ligera y, al final,  ser recordados por quienes éramos.
Creemos que podemos leer y leer, e incluso sacar algunas frases hermosas de nuestras bocas. Pero nos encontramos atrapados, buscando una identidad que posiblemente nunca llegue.
Tal vez podemos ser lo que queramos, o tal vez nunca ser lo que deseamos.
No somos jóvenes confiados ni seguros, sólo estamos esperando salir del agujero existencial al que nos hemos lanzado nosotros mismos.
Mario no se da por vencido a pesar de que sus pensamientos lo han atormentado. Puede observar los árboles iluminados por la luna, los faros con aspecto viejo que iluminan la calle. Puede ver esos pequeños círculos que forman las luces de los autos al ir lejos y las hojas que caen en los charcos creando ondas perfectas.
            Mario cree que algo grande lo espera en el interior de su ser.
Regresa a su casa, enciende un cigarrillo y su sabor le parece horrible.
―A nadie le gusta, sólo es una presión social más ―Piensa.
Se paraliza. La revelación está completa.
Esa es la imposible inspiración cotidiana, Mario…
Date cuenta de que nadie es original.


Eder Soto Flores