sábado, 21 de marzo de 2015

Manual de besos extremos

                       (Inspirado en el “Manual de instructivos” de Julio Cortázar)
Beso extremo número 1: Beso bajando las escaleras
                                                                                            
En alguna caja abandonada usted puede encontrar por casualidad cualquier instructivo para el uso de cierto aparato doméstico; por lo general, estos tesoros son arrumbados sin previa lectura. Mejor aún, puede toparse con un manual que indica las instrucciones exactas para subir las escaleras, redactado por un tal Julio Cortázar. Sus directrices, seguidas al pie de la letra, no causarán mayor problema: en el momento menos esperado, usted estará en la parte superior de la planta deseada.
Una vez arriba, notará que no existe manual para descenderlas. Por un momento creerá estar atrapado en la planta alta del edificio de su elección. Entonces bastará con arrojar al aire el instructivo de nuestro amigo Julio. Mientras aquellas páginas viajen en la imprecisión de la desventura, usted deberá mantenerse en la ilusión de que sean encontradas por su pareja, si es que la tiene o, en caso contrario, por la persona que provoque sus desatinos. No obstante, deberá estar dispuesto a aceptar que dichas palomas de papel sean encontradas por cualquier otro conocido o desconocido suyo, quepa o no en sus  intereses y preferencias.
Bastará un poco de suerte para que dicha persona elija el mismo edificio que usted, le reconocerá por llevar en la mano el instructivo viajero que los colocó en la presente situación. Sin previa discusión sobre el destino o la casualidad, usted colocará sus manos en su cintura, y permitirá que instale las suyas sobre sus hombros. Cerrará los ojos, será normal cualquier aceleración cardíaca, contraerá los labios con sutileza e inclinará la cabeza hasta chocar con cierta humedad en forma de boca. A este acto, se le conoce vulgarmente como beso.
Serán un solo par sus pies, los pensamientos de ambos también se besarán al encontrarse en un plano no físico. No faltarán manuales ni instructivos, pues la placidez instantánea les elevará varios pisos más sin necesidad de recurrir a las citadas escaleras. No obstante, una vez separados sus labios, recibirán la nunca grata bofetada de la realidad al saberse instalados de nuevo en la planta baja. Entonces deseará no haber descendido.
Sin embargo, podría darse el caso de que el instructivo se pierda en la intemperie. En dicha situación, usted quedará condenado a pasar la eternidad en una planta alta de la que, sin saberlo, no quiere descender.

                                                                                               

Christian Uriel Jiménez Flores