sábado, 21 de marzo de 2015

Código realidad

Se esconden en la Calle Fresas #13, en la Ciudad de México. No confíen en su disfraz. Acaben con ellos, antes de que nos dominen.

***
Durante años escribí artículos, todos sobre incidentes de la década del 1990 al 2000. Era fotógrafo de La Revista. Mi nombre, Octavio Castañeda Pacheco.
Mi carrera comenzó de lleno a finales del 1989, cuando logré entrar a tan prestigiosa publicación. Fotografía, artículo, fotografía, artículo. Mi trabajo era bueno y mi jefe lo notó. Así que me llamó a una junta “importante”.   
Dicha reunión tenía todo tipo de personalidades, realeza, celebridades, eruditos, religiosos, la gente más influyente del mundo estaba reunida en un mismo lugar,  por supuesto, yo reconocía muchas caras, pero también analizaba algunas otras.
No entendía la importancia de mi presencia en aquel lugar.   
Regino, mi jefe, inició la sesión parloteando temas que desconocía por completo. Mi análisis se vio interrumpido cuando mencionó mi nombre ante aquel gabinete. “Bienvenido al Código Realidad, Octavio”. Claramente no sabía a qué se refería.
Mi trabajo cambió al día siguiente, viajaba con el gabinete a todos lados, Palestina,  Italia, Corea, Irak, países desconocidos y difíciles de pronunciar, a veces pasábamos días en un país y otros, solo algunas horas.  
Era el encargado de tomar las fotografías de los encuentros hechos en cada país.
Aún no entendía la verdadera importancia de mi presencia, es decir, había mejores fotógrafos, ¿Por qué yo?
Eso sí, nunca cuestioné la paga.
Cuando entendí el Código Realidad, entendí la importancia que tenía cada uno de los miembros. Comprendí mi nuevo “trabajo”.
Código Realidad, era la organización “encargada” del mundo: cada hecho, cada momento, cada recuerdo, era creado por ella, nada ni nadie podía huir de su poder.
Lo sé, suena como un nuevo dios.  
Para todos ellos esto era más que una organización, más que un puñado de personas monitoreando gente, esto era su religión.
Todos y cada uno cegado por la ambición de, por fin, poseer el mundo, no lograban ver lo que realmente hacían. Dentro de su siniestro juego de ajedrez ellos movían las “piezas” a su antojo y placer, sin importar a cuánta gente mataban a su paso.
Y yo, era parte de eso.
Por órdenes de Regino fui a la bodega por un expediente, pero terminé en un pasillo con archiveros, y en cada uno había una fecha. Fechas tanto pasadas como futuras. Tenían una larga agenda. Entre las fechas se podían distinguir muchas marcadas con rojo.
Revisé uno de los muchos archivos:
Última actualización 21 de Diciembre de 1950.
11 de Septiembre del 2001, EE. UU.
Episodio que precederá a la guerra de Afganistán y a la adopción por el Gobierno estadounidense y sus aliados de la política denominada “Guerra contra el terrorismo”.
Los atentados serán cometidos por diecinueve miembros de la red yihadista Al-Qaeda, divididos en cuatro grupos de secuestradores, cada uno de ellos con un terrorista que se encargará de pilotear el avión una vez reducida la tripulación de la cabina. Los aviones de los vuelos 11, de American Airlines y 175, de United Airlines serán los primeros en ser secuestrados y, posteriormente, estrellados contra las dos torres gemelas del World Trade Center; el primero contra la torre Norte y el segundo contra la torre Sur, provocando que ambos rascacielos se derrumben en las dos horas siguientes.
El tercer avión secuestrado pertenecerá al vuelo 77, de American Airlines y será empleado para ser impactado contra una de las fachadas del Pentágono, en Virginia. El cuarto avión, pertenecerá al vuelo 93, de United Airlines, y tendrá como eventual objetivo el Capitolio de los Estados Unidos, ubicado en la ciudad de Washington D.C.
Fecha de expedición: 5 de Mayo de 1806”.

¡Tenían preparada tal masacre desde antes de mi nacimiento! ¿Cómo es posible? ¿Cómo lo hacen? Solo una pregunta reinaba en mi mente, ¿Las demás fechas serán peor? Por supuesto, nunca lo supe, ni lo sabré.
Las fechas marcadas se reproducían en masa a medida que continuaba caminando, el pasillo era enorme y había que subir una escalera para alcanzar los archiveros que llegaban hasta el techo.
Después de un tiempo buscando el archivo correcto, lo encontré. El expediente estaba sellado y sobre él estaba escrito: “Fase 2”, su contenido no me fue revelado hasta que Regino lo abrió en otra junta. Dicho expediente solo contenía nombres. Nombres de personas que en mi antiguo trabajo conocí, la lista era larga.
Por años fingí interés para burlar su radar de “soplón”, mi involuntaria participación, hacía que se desviaran las miradas.  
Mi plan era simple, todo saldría a la luz.

“Castañeda Pacheco Octavio”. Escuché con claridad.
Después de decir mi nombre, me golpearon, desperté junto a los otros, todos amarrados a una camilla. Estábamos en un hospital. 
Uno de los doctores procedió a clavarnos agujas en la sien, causando que los “pacientes” cayéramos noqueados, fue entonces cuando el segundo doctor sacó un metal al rojo vivo con el número “11”, tal número nos fue marcado en la espalda, a la altura del pulmón; lo que nos inyectaban no era suficiente como para evitar el dolor de aquel metal caliente.
¡Lo entendí! ¿Por eso me querían? ¿Porque sería el portavoz de una rebelión? ¿Porque era yo, contra “dios”? ¡Claro!, así demostrarían su tan apreciado e “infinito” poder.   
Fue un milagro que no me mataran.
Solo espero que mi escrito sea visto, que mi verdad se difunda una última vez.  
***
Hoy, 11 de Septiembre del 2001, desperté siendo un pasajero del vuelo 11 de American Airlines.  


Isaac A. Gómez