martes, 30 de julio de 2013

De mi estancia en la preparatoria


Ningún ruido aturdía mi caminar sin rumbo sobre el pasto, hasta que una voz incesante en mi cabeza dijo: -¡Detente!, respira.
     El horario de ese día me enviaba a las doce a casa, y en tan inevitable época adolescente,  llena de confusión y vida, decidí salir de mi rutina.
     El pasto, recobrando su fino color verde,  imploraba me sentase para admirar aquel lugar tan perfecto y para hacer un recuento de todo lo que estaba por dejar, ¿dejar? ¿Cómo dejar aquello que forma parte de ti? Inherente como el alma, pensaba.
     El tránsito pesado de la mañana no era obstáculo suficiente para llegar de casa a “casa”. Era sublime el alivio de ver aquella muralla marcando el límite de una vida normal y el inicio de un amplio mundo formado por edificios, jardineras, salones, laboratorios, lugares y personas excepcionales, los metros suficientes para concentrar el saber, el arte y la vitalidad de la juventud.
  Elegir un pasillo inquieto por andanzas ininterrumpidas o  el atajo frente a las bicicletas. Es mejor seguir de frente, siempre digo, de frente por el pasillo, hasta toparse con aquella leyenda de mil colores, espinosa y simbólica: el viejo nopal.
     Y la búsqueda interminable acerca de quién quieres ser está presente en cada paso que das.
     A la derecha, el Auditorio de magnífica arquitectura y potente resonancia del espíritu universitario, vigilado por el gran maestro Justo Sierra y la cápsula del tiempo. Ahí están algunas jardineras y árboles, aquí está la tranquilidad y la historia.
     Un vestíbulo impaciente da la bienvenida a la jardinera central. La  jacaranda, una fuente de belleza genuina, naturalmente dedicada a la observación pacífica del quehacer estudiantil.
     A medida que voy cerrando los ojos, siento el viento fresco en el rostro como cada palabra naciente en un salón de clases advierte la impregnación necesaria de curiosidad y superación, de entusiasmo por lograr el propósito deseado, ya sea navegando entre un poco de locura y razón o simplemente aferrándose a la realidad.
     Los rayos de sol debían detenerse debido a mis reflexiones, sin embargo, se intensificaron,  pude percatarme entonces  de la belleza específica que sólo un hogar de libros puede prometer. El recorrer cada pasillo  oloroso a hojas y polvo, convierte a la biblioteca en uno de los mejores lugares para estar, sin dejar de lado, claro está, las canchas destinadas a practicar deportes, entrenar y vencer o, tal vez, sólo divertirse.
     El gimnasio y las nuevas edificaciones destinadas al arte son lugares que forman, junto  a todas  las instalaciones, las experiencias, los docentes y los alumnos, a nuestra preparatoria.
     Unidos todos somos uno, todos somos Prepa 3.
     Ningún ruido aturdía  mi mente, ya sólo existía el vaivén de imágenes y recuerdos, mis profesores, mis amigos, mi vida aquí y no en otro lugar. Yo, sentada en el pasto, y respirando…
                                                                                                                        
                                                                                                                            Natalia Girón Muñoz

                                                                                                                            Grupo 603