martes, 30 de julio de 2013

Fragante


Yo no puedo llorar un día cualquiera. Mis amigos se reúnen en otoño, brindan por sus lágrimas sin procurarles destino fortuito. 
Yo no puedo arrancarme los cabellos como una cualquiera. Tampoco soy capaz de mantener mi llanto en secreto.
La palmera es mujer firme. Toma su lugar frente a mí, reprime su dolor: se mudaron las risas fanáticas de sus pies. Yo no soy como ella. 
El roble, más lejano, vive pensativo. Se ha inventado forma nueva de llorar a través de un rostro de bronce, emblemático y ajeno.
Yo no.
Yo me desnudo con sosiego durante febrero, engalano un vestido lila para recibir la primavera.
Así, mientras mis compañeros ríen, yo dejo con elegancia que mis lágrimas púrpuras se encharquen sobre el jardín.
La juventud me mira conmovida, no por mi llanto florecedor, sino por la nostalgia de su propia metamorfosis, que transcurre con igual hermosura que mi cambio de vestido.

                                                                                                         Chrisü J.

                                                                                                         Grupo 661