martes, 30 de julio de 2013

Más que un maestro

No necesitó fijarme horarios o darme una lista entera de libros gastados,  eco de voces que innovaron al mundo alguna vez, tampoco se presentó como figura autoritaria, frente a mí y otros 60 compañeros, imponiendo sus ideas.
     Más que  con  palabras, me enseñó con su forma de ser y de pensar sobre la vida. No me hizo pasar tinta de una hoja de papel a otra, sólo proyectó las ideas de su mente en un pequeño espacio construido con sus manos y logró introducirlas en mi pensamiento para que yo las reflexionara. Confió en mí y me enseñó a creer en mí. Me ofreció una oportunidad para que yo pudiera demostrarle a los demás, pero sobre todo a mí mismo, lo que podía lograr sí me lo proponía. 
     Las charlas con él tenían la fluidez  que sólo es posible con quien se considera más que un maestro. Fue la única persona que en todo un ciclo escolar pude considerar un amigo, alguien con quien podía platicar, ser escuchado y al mismo tiempo escuchar, pero sin dejar de ser mi maestro. Fue más amigo que las 70 personas que me rodeaban durante el día en el salón de clases. No importaba qué fuera o pudiera ser, siempre aprendí algo nuevo que me alentaba a ser auténtico.
     Me enseño quién era y a ser yo mismo, con él logré abrir mi mente a una perspectiva de un futuro que anhelo, que podría disfrutar y me sentiría feliz de vivir. Me probó que una persona  puede dar mucho a otra a cambio de nada. Y, lo más importante: me enseñó cómo era él y me hizo querer ser como él.
     Indudablemente, me refiero a mi entrañable maestro de Lógica.
Artemio Gandez
                                                                                                                                 Grupo 510