Prepa
grande, Prepa imponente, Prepa nueva, Prepa guapa, con tantas ganas de avanzar
y con miles de historias por contar.
Por
aciertos, deseos o, a veces, mala suerte, llegamos aquí. Tres años hemos vivido
en este sitio, cuatro y cinco algunos otros, pero finalmente aquí forjamos el
futuro de un ideal. Llegamos de mañana y, por el simple gusto de estar en este
espacio tan familiar, dormimos en pastos y
en la cafetería comemos cuernitos o unos merecidos tacos Alexis que a las 2:30 p. m. el estómago reclama como propio.
Conseguimos
amigos de toda la vida, quizá un amor de año escolar, de verano o de periodo,
miles de aventuras, una que otra sanción y multas de biblioteca. Emprendemos
largas carreras de un edificio a otro, solo porque elegimos mal el horario.
Sufrimos en los pasillos cinco minutos antes de un examen, mientras vemos algún
despreocupado compañero en pleno romance.
Nos maravillamos por la belleza de nuestras
jacarandas y creamos historias alrededor de las palmeras, cantamos, jugamos y
realizamos picnics en los pastos. Corremos por las pistas, anticipándonos al extra de Educación física; merodeamos
por toda la Prepa en busca de los carteles que anuncian eventos culturales para
estar al tanto de lo que sucede.
Lloramos por un corazón roto en algún rincón
del tercer piso, mientras que a nuestro lado celebran un beso más del amor bien
merecido.
¿Y
qué me dicen de la biblioteca?, esa hermosa biblioteca, cuya tasa de asistencia
es mesurada en curso normal, pero en periodos finales, incluso pelear por un
libro a golpes es aceptable, o ¿qué
pueden contarme de esa gente amable a quien conoces solo porque no traes un
lápiz? O, de esos otros que demuestran
el espíritu universitario cuando, viéndote en problemas por algún trabajo,
acuden en tu ayuda como ángeles caídos del cielo.
Porque,
finalmente, “de la tarde” o “de la mañana”, de cuarto, de quinto o de sexto, somos parte de una misma
institución, una casa grande, grande y verde, que alberga a jóvenes ansiosos
por salir y enfrentarse cotidianamente a los retos de la vida urbana.
Yo,
como muchos otros, vivo aquí entre clases, amigos, actividades y amores
perdidos; como muchos otros, ésta también es mi casa y la cuido y respeto
porque, desde mi primera entrada por la puerta principal (esa por la cual todos
los días cruzan sueños, ideas, pensamientos y anhelos vestidos de diferentes,
originales y sorprendentes maneras), supe que nunca volvería a ser la misma.
Cada
profesor, bueno o malo, cada materia y dolor de cabeza, cada compañero, amable
u odioso, procedente de colonias cercanas o lugares lejanos, conforman mi vida
en la Prepa. Todos tenemos algo en común, somos preparatorianos de la 3, de la
“Justo Sierra”, de la Prepa de Eduardo Molina, sí, esa junto al cine…
Y
una vez preparatorianos, preparatorianos seremos hasta la muerte.
María del Sol Ríos
Grupo
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